Yo, Noa,
me hallaba sentada aquel día
tras una de las celosías de casa,
cuando un gran murmullo
inundó por completo
la estancia.
“¡Jesús! ¡Es Jesús!”
Alcancé a oír de algunas bocas.
Y algo nuevo
brotó de mis entrañas.
En aquel momento
¡Ah! Me habría gustado
ungir mis cabellos.
Me habría gustado vestir
mi