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Querido Jesús:
Se acerca un aniversario más de tu muerte en la cruz y que nosotros llamamos “Semana Santa”. Es tan lindo aprovechar el tiempo este para juntarnos con amigos y hermanos para recordarte otra vez, entregado como siempre al servicio de nuestra salud integral. Porque eso es la salvación que nos das.
Te confieso que no me pasa como a los demás, que en esos días peregrinan de Iglesia en Iglesia o recorren virtualmente paso a paso los hechos que rodearon tu horrible crucifixión con el corazón oprimido por la angustia y la tristeza en el recuerdo de tu dolor. Sí, reconozco que es humano, natural y comprensible… y me parece bien que lo hagan…
Pero a mí no me pasa y me siento rara, diferente y hasta insensible porque no puedo sumirme en esa tristeza que a cualquiera desarmaría y arrancaría lágrimas y pesar por lo que ocurrió en aquellos días…
Pero a mí no me pasa y no me animo a decirlo en voz alta porque me avergüenza no mostrar pena y desaliento, como si yo fuera dura, ingrata y fría ante tamaño sacrificio por tu parte. Pero creeme que no soy nada de eso, cómo no voy a saber de tu dolor si en circunstancias menos graves y violentas nuestros sufrimientos se magnifican y no nos son ajenos la miseria, el miedo y la soledad.
No me pasa…
¿Sabés qué? Es que yo ya sé de tu historia, sé cómo transcurrieron aquellos días y aquellas escenas y sé, Dios sea loado, sé cómo culminó esa dramática semana. Recorro los pasajes bíblicos a sabiendas de tu triunfo, leo lentamente y casi con alegría cada versículo sin dejarme vencer por tanta injusticia y maldad porque sé que no te pudieron… Leo cada párrafo en voz alta y vibrante porque sólo espero llegar al final del relato para decir “Alleluyah!”, repito palabra por palabra con ansia infantil segura de lo que voy a encontrar al final de aquél sepulcro: la piedra removida, el ángel en la entrada conteniendo a las mujeres dándoles el privilegio de ser las que protagonicen por primera vez en la historia el principal papel de este drama increíble pero cierto.
Qué querés que te diga, a mí no me pasa…
No puedo estar triste porque ya sé el final que es el principio de vida y salud; me traiciona la felicidad de saberte vivo y vencedor… Me traiciona la emoción feliz de saber que yo también comparto tu triunfo y la vida para siempre.
Venciste todo aquello que me daba miedo y me ataba a la desesperación, me diste la seguridad de que soy importante y amada a los ojos de Dios y que jamás me dejarás, más aún, serás siempre mi camino para ser feliz y me mostrarás la gloria de Dios.
No me siento culpable por no estar triste en esos días y ahora todos sabrán por qué… ¿Quién lo estaría sabiendo lo que sé?
¡¡¡¡¡¡Feliz Semana Santa para todos!!!!!!
salwa azzam