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24 de abril de 2009

Entonces Dios me dijo: ¿A quién le toca mover?

Autor/es: Richard Adams

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Los hombres de la empresa de mudanzas se habían ido a comer algo, pero en la planta alta había alguien moviendo las cosas.
Llamé:

- "Dios. ¿Qué estás haciendo ahí arriba?"

Y Dios me contestó:

- "Es este ropero nomás no baja."

Lo arrastramos como pudimos de vuelta al dormitorio.

- "¿Y si probamos por la ventana?", dije.

- "Muy grande", dijo Dios.

- "¿Muy grande?", dije, "¿la ventana?"

Si Dios hubiera usado anteojos me habría dirigido una mirada burlona de reproche por sobre el armazón. Lo hizo, de todos modos.

- "Voy a buscar un destornillador", dije.

Acostamos el ropero y sacamos todos los tornillos que pudimos encontrar, pero además estaba encolado.

- "Podríamos despegar los costados con el destornillador", sugerí.

- "Y arruinar un buen ropero", dijo Dios.

Así que nos sentamos en el ropero, con las piernas colgando, buscando en las tablas del piso vacío algún destello de inspiración.

- "¿Cómo lo entraste?", preguntó Dios.

- "Estaba aquí cuando vinimos", le dije. "Es un regalo de los inquilinos anteriores".

- "Deben haber tenido el mismo problema", dijo.

- "¿Qué te parece? ¿Cómo lo habrán entrado ellos?"

- "Si vos no sabés...", dije. "Yo pensaba que Dios sabía todas las cosas."

- "Tal vez sí, tal vez no", dijo. "Pero aunque así fuera, eso no quiere decir que voy a andar contando todas las cosas."

- "Pero no es justo", dije. "Si la fe puede mover montañas, también puede mover roperos."

- "¡Qué poético!", dijo Dios. "Decí algo más".

Le dije:

- "Dios, me estás cayendo plomo".

Murmuró algo de la caída, pero hice como que lo ignoraba.

- "¿Ya no hacés más milagros?", le pregunté.

- "¡Uf!... Todo el tiempo", dijo. "Todo el tiempo."

- "Bueno, hacé uno ahora", dije. "Haceme un favor y poné el ropero arriba del camión."

Se quedó callado un momento. Después se bajó del ropero y caminó en puntillas hasta la puerta. Se dio vuelta y capté un brillo
malicioso en su mirada mientras decía:

- "Y ya que estoy podría transportar el ropero hasta el otro lado de la ciudad y ponerlo exactamente donde vos lo querés en tu nueva casa."

- "¿Me estás cargando?", dije.

- "No", dijo Dios. "Vos bajalo por la escalera y yo manejo el camión."

Me di cuenta que no iba a conseguir el tipo de respuesta que quería, así que lo seguí escaleras abajo y nos sentamos en el jardín
a contemplar las maravillas de la naturaleza.

- "¿Ves lo que te digo?", dijo Dios, arrancando una margarita del
césped. "Servite un milagro".

- "Oh, eso ya lo sé", dije. "Pero no es como en los viejos tiempos ¿no?"

- "Vos no estás viviendo en los viejos tiempos", dijo.

- "Bueno... ya sé", dije. "Pero ¿qué pasó con esas cosas como la columna de fuego en el desierto, aplacar tormentas, cambiar agua en vino...?"

- "Vos sabés lo que pienso", dijo Dios. "La gente todavía estaba creciendo en esos tiempos. Lo que descubrían se lo atribuían a
sí mismos. Lo que no entendían me lo dejaban a mí o me maldecían... más o menos como ustedes."

Le dije:

- "Entonces ¿no hemos crecido?"

- "Bueno...", dijo, "un poco, supongo, pero no tanto como ustedes creen. Sus científicos y exploradores están desenterrando milagros todo el tiempo. Pero ¿quién recibe la medalla de oro o el Premio Nobel? ¿Yo?"

Le dije:

- "Dios, estás celoso. Vos pensás que nosotros nos llevamos la palma por tus milagros. Bueno, tal vez nosotros no pensemos que sean milagros."

Y Dios dijo:

- "¿Sólo porque los pueden explicar?"

- "Bueno, yo no puedo", dije, "pero los científicos sí. De todas maneras, eso deja espacio para los verdaderos milagros ¿no?"

Entonces él dijo:

- "Puede ser. Pero no me gusta que me traten
como las piezas que faltan en un rompecabezas. Yo soy la figura completa o nada."

Entonces le hablé sin vueltas:

- "Puede ser que no seas la figura
completa, entonces. Puede ser que no seas nada."

Enojado como estaba no demostró sorprenderse por lo que le había dicho, pero tenía lista la respuesta.

- "¿Sabés una cosa?", dijo Dios.

- "¿Qué?"

- "No puedo pensar en un tiempo en que yo no formara parte de la búsqueda del ser humano de la verdad, el sentido y el propósito
de la vida."

- "Entonces tratá de pensar un poquito más", le dije.

- "No tengo que pensar", contestó. "Yo sé". "A vos te toca pensar, juntar las piezas del rompecabezas religioso."

- "¿Apostar mi sesera contra la tuya?", dije. "¿Qué chances tengo?"

- "Todas", dijo. "Con tal de que te acuerdes de que no se trata solamente de hacer funcionar el cerebro. Sos cuerpo y espíritu
también, ¿no? Ponete con todo..."

- "Con todo. Me hacés el verso y después..."

- "Te lo digo en serio", me interrumpió. "Ponete vos con todo y poneme
a mí con todo. Si me hacés responsable nada más que por las piezas del rompecabezas que faltan, o decís que no tengo nada que ver
con eso, corrés el riesgo de no completar el rompecabezas jamás."


Título original: "So God said to me" (Capítulo 10, "Whose Move Next?") © Richard Adams

Guiones para Anglia Television, Gran Bretaña, 1978, autorizados exclusivamente para la Red de Liturgia y Educación Cristiana CLAI-CELADEC por el autor, mayo 2002.

Traducción y adaptación: Pablo Sosa

© En español: Red de Liturgia y Educación Cristiana CLAI-CELADEC
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