24 de abril de 2009
Confesión de pecados
Autor/es: Daisy Rojas Gómez
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Padre:
Son muchos las personas que esperan por ti:
los pobres, multiplicados por minutos, les dañan sus carencias, les duelen y amargan sus miserias.
“Los solos”, sufren los espacios vacíos, el lecho sin compañía, la mesa aburrida, los silencios.
Los enfermos, esperan ser tocados, consolados, aliviados,
Los enlutados, quieren que su lamento sea escuchado, encontrar el hombro generoso donde llorar,
brazos que le estrechen con ternura, garantías de resurrección.
Los oprimidos, necesitan el puño que se levanta, la voz que grite junto a ellos.
Los ricos, satisfechos en su abundancia, esperan ser retados por voces proféticas…
Los que no te conocen y se enferman de desesperanza,
quieren saber que hay alguien que les ama de tal manera que es capaz de morir por ellos,
y que tienen planes hermosos en los cuales ellos cuentan.
El reconocer que nuestras manos son tus manos,
que nuestra voz, será el único sonido que escucharán,
nos compromete, ¡y de que manera!
Si les hacemos esperar por pereza o por olvidos, perdónanos Señor
y moviliza en nosotros las energías que se necesitan para llenar vacíos,
consolar, ofrecer ternura, ser eco ante el grito que se alce por la justicia,
voz de esperanza que proclame la terquedad de tu amor.
Palabras relacionadas
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