Para Pedro, el segundo hijo de sus padres, y con solo 8 años de edad, el haber escuchado en el desayuno la noticia de ir a una fiesta de casamiento muy refinada, de uno primo sobre el cual nunca había tenido noticia de su existencia, no había sido la mejor forma de empezar el día. Las palabras del padre habían sido muy duras, y con solo saber que se debían cumplir, se le había hecho un nudo en el estómago,