Cantemos,
tú que limpias mis pies de la fatiga,
abres las puertas de tu casa
y sirves para los míos leche y miel.
Tú que no me ves extranjero,
sino hermano que llega de lejos.
Cantemos,
tú y yo, callado amigo,
en la mañana del pan fragante
y generoso en la mesa de todos.
Cantemos,
que gracias a ti la
No hay recursos disponibles