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Señor, no permitas que grietas
turben mi esperanza.
El ejercicio cotidiano del perdón,
enséñamelo.
Dame la paciencia de lo seguro.
Suaviza las aristas del rencor.
Haz que mi amargura
muera
en la profundidad del mar.
Evita que la ira
destruya el poder
de la ternura.
Vísteme con la mesura rebelde
a la indiferencia
a la codicia
al odio.
Séllame con el amor.
Tu piedad ordene mi camino,
el júbilo de tu gracia
me llene de fuerzas.
Amarilis Pineda, de la Iglesia “Los Pinos Nuevos” de Cuba
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