24 de abril de 2009
Sean tus manos
Autor/es: Cristina Dinoto
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Sean tus manos, Señor, para mi pueblo siempre extendidas, esperando, como el Padre al hijo pródigo.
Tus brazos y tus manos, Señor, siempre sosteniendo, como cuando tomaste a los niños que te acercaron.
Tus manos y tus brazos, Señor, como cuando tocaste al leproso, para darle vida nueva.
Esas manos que Jairo te rogó pusieras sobre su hija, esas manos que repartieron bendición desde Galilea hasta Judea.
Esas manos que partieron el pan, que se hizo vida entre los que lo comieron.
Esas manos que al sostener la copa sellaron el nuevo pacto.
Esas manos que en ese gesto tan cotidiano y profundo reconocieron los viajeros de Emaús.
Esas manos que se partieron por los clavos en la cruz.
Esas manos, Señor, que acariciaron bendiciendo, cuando subías al cielo.
Esas manos Señor, que tanto tienen que ver con nosotros, que nos cobijan, y nos dicen "Vengan a mí".
Tus manos, Señor,
esas manos te pedimos para bendecir a nuestro pueblo.
Recíbenos como al hijo menor, arrepentidos de tanto desorden.
Danos la oportunidad de la vida nueva, para vivirla en tu Reino.
Expulsa los demonios, Señor, del egoísmo y la violencia, de la muerte y la destrucción.
Bendice, Señor, nuestro pueblo!! que al repartir el pan alcance para todos.
Bendice nuestro pueblo, Señor!! y que juntos podamos comerlo.
Bendice, Señor, nuestro pueblo!! Extiende tus manos nuevamente como cuando te ibas, e imparte tu bendición.
Bendice, Señor, nuestro pueblo!! y que esta bendición sea lluvia mansa y suave que penetre hasta empaparnos a todos y a todas
con tu inmenso amor.
Bendice nuestro pueblo, Señor!!
Amén
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