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Señor
vengo a ofrecerte la estrella de mis días,
la estrella que dicta la memoria,
la frutal ascendencia de lo
divino.
Señor
la menudencia de los días,
el esplendor de acercarnos a la vida
es la estrella que te entrego.
Toma la mínima luz,
la grandeza iluminada y sea el gozo,
el ofertorio perenne que se convierte en vida
y nuevamente en estrella.
(Reinaldo
García Blanco y Mirna Figueredo, Cuba)
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