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8 de marzo, Día internacional de la mujer (portugués/español)
“O Fio da História”
Lá estavam elas, ao som dos teares, tecendo com fio lilás os tecidos que deveriam vestir e aquecer outros corpos - roupas que elas mesmas jamais vestiriam. Já próximas ao limite de suas forças, exaustas pelas 16 horas de lida diária, as operárias ainda encontravam ânimo para socorrer companheiras que se esvaíam tuberculosas; para saudar crianças recém-nascidas que saltavam pra dentro da vida ali mesmo, sob os teares; e para chorar as envelhecidas jovens que aos 30 anos agonizavam em seus postos e se despediam de sua breve vida. Entretanto, embaladas pelo ritmo das máquinas, e com o colo molhado pelas lágrimas, gestavam sonhos de esperança: salários dignos, melhores condições de saúde, jornada de trabalho que lhes permitisse abraçar mais longamente suas crianças, beijar mais ternamente seus maridos e saborear um pouco mais a comunhão à mesa na simplicidade dos seus lares. Contagiadas por esse sonho, foram compartilhá-lo com o patrão. Mas o patrão, indignado com tamanho absurdo julgou ser este um caso de polícia e resolveu transformar aquele sonho divino em um pesadelo infernal. No dia 8 de março de 1857 as portas da fábrica Cotton de Nova York foram trancadas e o edifício transformado em um grande crematório onde 129 mulheres foram sacrificadas. Mas a fumaça daquele holocausto espalhou-se por todo lugar levando consigo o sonho daquelas mulheres, contagiando e sensibilizando pessoas em todo o mundo que se encarregaram de tornar realidade aquele ideal. Mártires cremadas, fios lilases, gestantes de um mundo melhor inspiraram Clara Zetkin, a propor, durante o Congresso Internacional de Mulheres realizado na Noruega, em
Luiz Carlos Ramos e Edemir Antunes Filho
“El Hilo de
Allá estaban ellas, al sonido de los telares, tejiendo con hilo morado las telas que deberían vestir y calentar otros cuerpos - ropas que ellas mismas jamás vestirían. Ya próximas al límite de sus fuerzas, exhaustas por las 16 horas de jornada diaria, las obreras todavía tenían ánimo para socorrer compañeras que se desmayaban tuberculosas; para dar la bienvenida a las criaturas recién-nacidas que saltaban para dentro de la vida allí mismo, bajo los telares; y para llorar a las envejecidas jóvenes que a los 30 años agonizaban en sus puestos y se despedían de su breve vida. Mientras tanto, envueltas por el ritmo de las máquinas, y com el regazo mojado por las lágrimas, gestaban sueños de esperanza: sueldos dignos, mejores condiciones de salud, jornada de trabajo que les permitiese abrazar por más tiempo a sus hijos e hijas, besar más tiernamente a sus maridos y saborear un poco más la comunión a la mesa en la sencillez de sus hogares. Contagiadas por ese sueño, fueron a compartirlo con el patrón. Pero el patrón, indignado con tamaño absurdo juzgó ser éste un caso de policía y resolvió transformar aquel sueño divino en una pesadilla infernal. El 8 de marzo de 1857 las puertas de la fábrica Cotton de Nueva York fueron trancadas y el edificio transformado en un gran crematorio donde 129 mujeres fueron sacrificadas. Pero el humo de aquel holocausto se expandió por todo lugar llevando consigo el sueño de aquellas mujeres, contagiando y sensibilizando personas en todo el mundo que se encargaron de volver realidad aquel ideal. Mártires cremadas, hilos morados, gestantes de un mundo mejor inspiraron Clara Zetkin, a proponer, durante el Congreso Internacional de Mujeres realizado en Noruega, en 1910, la institución del Día Internacional de
Luiz Carlos Ramos y Edemir Antunes Filho
(Traducción para el español: Cecilia Castillo Nanjarí)
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