(Una reflexión basada en Juan 12:1-8)
Seis días antes de la pascua
María en Betania te ofreció...
nardo puro,
ofrenda de gratitud inmensa;
nardo puro,
entrega absoluta y sin reservas;
nardo puro,
unción para reyes y moribundos;
nardo puro,
devoción que rebasa el protocolo.
En cambio nosotros, nosotras, nosotres,
con frecuencia te ofrecemos...
nardo impuro,
alabanza corrompida por nuestra mezquindad;
nardo impuro,
discipulado contaminado por nuestra infidelidad;
nardo impuro,
testimonio profanado por nuestra impiedad;
nardo impuro,
servicio diluido por nuestra dualidad.
Y encima, como Judas Iscariote,
nos atrevemos a señalar y criticar
lo que ella y otras Marías te ofrecen
con genuino deleite y sincera adoración.
Nardo puro,
eso debíamos ofrecer, amado Jesús,
a ti y al mundo en tu nombre,
si de veras tuviéramos
un corazón desbordante de agradecimiento,
y si de veras entendiésemos
que el verdadero amor no tiene límites ni precio.
© Magdalena I. García - (Chicago, EE.UU.)