Autor/es: Eduardo Galeano
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La memoria es algo constitutivo de la Liturgia Cristiana. Es más, el pueblo hebreo hubiera perdido su identidad y su fe, al no tener su Templo en el exilio. Al hacer memoria, aún en las casas, volvieron a ser pueblo. En ese espíritu, valorando lo que la memoria significa para la fe, tomamos este relato de Eduardo Galeano.
El Ginkgo
Es el más antiguo de los árboles. Está en el mundo desde la época de los dinosaurios.
Dicen que sus hojas evitan el asma, calman el dolor de cabeza y alivian los achaques de la vejez.
También dicen que el ginkgo es el mejor remedio para la mala memoria. Eso sí que está probado. Cuando la bomba atómica convirtió a la ciudad de Hiroshima en un desierto de negrura, un viejo ginkgo cayó fulminado cerca del centro de la explosión. El árbol quedó tan calcinado como el templo budista que el árbol protegía.
Tres años después, alguien descubrió que una lucecita verde asomaba en el carbón. El tronco muerto había dado un brote. El árbol renació, abrió sus brazos, floreció.
Ese sobreviviente de la matanza sigue estando allí.
Para que se sepa.