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He visto
la gente de mi misma edad encaminarse por las calles
que no llevan nunca a nada.
Buscar el sueño que conduce a la locura
y en la búsqueda de algo que no encuentran en el mundo en
que viven
con las noche que de vino están bañadas,
dentro de piezas por pastillas transformadas,
entre unas nubes de humo de un mundo hecho en ciudad
de estar en contra y no tragar nuestra cansada sociedad.
Un Dios que ha muerto.
Al borde de las calles Dios ha muerto.
En las villas miserias Dios ha muerto.
Me han dicho,
que ésta, mi generación, no cree ya en nada,
por todo aquello que la tiene enmascarada
del mito eterno de la patria y de los héroes
porque ha llegado ya el momento
de negar todo aquello que hasta ahora estaba hecho
por costumbre y por miedo,
una política que es solo hacer carrera,
un egoísmo interesado, la dignidad está vacía,
la hipocresía de quien está siempre con la razón
y no la tiene.
Un Dios que ha muerto.
Con los mitos de la raza Dios ha muerto.
En los campos de exterminio Dios ha muerto.
En la joven burguesía Dios ha muerto.
Yo pienso,
que esta mi generación ya se prepara
a un mundo nuevo, a una esperanza que no es vana,
a un futuro que tiene en mano,
a un ideal sin ninguna arma
porque ya todos hoy lo saben
que si Dios muere es por tres días
y Resucita.
En aquello que creemos Dios resucita,
en aquello que queremos Dios resucita,
en el mundo que haremos Dios resucita.
