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Octubre 2001
14.10.2001 – 19º domingo después de Pentecostés
2 Reyes 5:1-3, 7-15c; Salmo 111; 2 Timoteo 2:8-15; Lucas 17:11-19
En el relato que continúa al del domingo pasado, Lucas nos ofrece el episodio de los diez leprosos curados. El suceso tiene lugar “de camino a Jerusalén”, un dato recordado frecuentemente por el evangelista por tratarse de un viaje decisivo, con una meta precisa y un contenido teológico especial: es el profeta quien va a Jerusalén, donde recibirá el rechazo total de los poderes constituidos (hay que leer o recordar el centro del relato, en 13:31-33).
Las dos actividades de Jesús-profeta al estilo de Elías y Eliseo (predica y sana o resucita como ellos) son continuamente señaladas por Lucas. Hoy nos toca ver precisamente un relato de milagro. Jesús sana a diez leprosos. Aparte de lo que un leproso es por su misma enfermedad, hay que tener en cuenta que es una figura sobredeterminada culturalmente. El leproso produce rechazo, hay que mantenerlo aislado. Él mismo internaliza la conciencia de ser una persona marginada. Por eso, el dato de que los leprosos “se pararon a distancia” (v. 12b) tiene un doble sentido: para no contagiar, pero también porque se sienten rechazados por los sanos.
A pesar de eso, el texto valora los gestos. El de ellos, por pedir a Jesús que les tuviera compasión; no piensan que éste los rechace como hace la sociedad de aquel tiempo. El gesto de Jesús, por otro lado, es una respuesta a su confianza. Esta confianza se pone de relieve por el hecho de que no son curados in praesentia sino enviados a los sacerdotes. Fueron curados cuando estaban de viaje. Nos viene a la memoria el relato de la curación del hijo del funcionario real, que también tiene lugar “durante el camino” (Juan 4:50-51). De esta manera, la intervención de Jesús, a distancia, no se convierte en espectáculo, y da tiempo a los que la solicitaron a prolongar, sostener y profundizar la fe y la confianza en él. Por lo demás, la presentación a los sacerdotes podía tener un doble sentido: dar cuenta de que están en condiciones de reintegrarse en una sociedad que los consideraba “pecadores”, y testimoniar ante las autoridades religiosas sobre la acción del profeta taumaturgo Jesús.
Pero uno de ellos no da testimonio en el templo, sino en público (“glorificaba a Dios en alta voz”, v. 15) y regresa para agradecer a Jesús por la sanación. El gesto de postrarse implica una confesión de fe sobre el carisma divino mostrado por Jesús.
El texto da a entender que nueve de los ex leprosos volvieron a sus lugares o familias. Pueden haber agradecido a Dios, pero se olvidaron del mediador Jesús que había aceptado su pedido de curación. El único que se acuerda de volver para agradecer es alguien de quien se piensa lo peor: un samaritano. Tal vez porque los nueve judíos creen que es connatural el don de Dios, mientras que el samaritano lo aprecia más porque lo recibe a través de un judío.
Queda otro detalle a considerar. ¿Por qué este samaritano andaba con un grupo de judíos leprosos? La desgracia los había juntado, como decir que lo que los había unido era precisamente la marginación, doble para el samaritano, pero marginación al fin. Como leprosos, eran todos iguales ante la sociedad. Una vez sanados, la “diferencia” vuelve a manifestarse: los nueve judíos por un lado, el samaritano por el otro. Pero esa diferencia queda cualificada desde otro ámbito, el de la capacidad de gratificar al dador del don (gesto del samaritano), capacidad que no ejercen los nueve restantes.
El relato nos enseña que no sólo hemos de pedir a Dios el “don” que necesitamos, sino también agradecerle después de haberlo recibido. Y que Dios escucha a todos, no sólo a los “de adentro”. Los diez leprosos confiaron en Jesús por lo que sabían de él, no por ser judíos o samaritanos. Y Jesús los curó porque manifestaron su fe en él, no por ser judíos o samaritanos.
De las otras lecturas, el texto de 2 Reyes es recordado por la figura del leproso Naamán. El Salmo 111 es un elogio de las obras divinas en forma de agradecimiento y alabanza (comienza y concluye con este sentimiento). El término “obras” de Yavé aparece repetidas veces en el cuerpo del himno.
En cuanto a la carta a Timoteo, texto también semi-continuado, contiene una afirmación de la vida (v. 11) que bien puede relacionarse con el tema mayor ofrecido por la lectura del evangelio.
Dr. Severino Croatto
Instituto Universitario ISEDET - Buenos Aires, Argentina.