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02 de noviembre de 2016

Estudio Exegético Homilético (Lucas 20:27-38)

Autor/es: René Krüger

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 056 – (Noviembre de 2004)

Salmo 17,1-9; Job 19,23-27a; 2 Tesalonicenses 2,1-5.13-17; Lucas 20,27-38

 

Introducción

La redacción evangélica colocó una serie de diálogos-disputa y conflictos verbales entre Jesús y sus oponentes en la última etapa del ministerio de Jesús, realizado en Jerusalén. Los oponentes, lejos de querer aprender algo del maestro de Galilea, tratan de hacerlo caer en alguna trampa. En todo este trayecto Lucas sigue directamente a Marcos. La serie comienza con la pregunta acerca de la autoridad de Jesús (Lc 10,1-8 // Mc 11,27-33); contiene la parábola de los viñadores malvados (Lc 20,9-19); continúa con tres disputas construidas sobre las respectivas preguntas: el tributo al César (Lc 20,20-26), la resurrección (Lc 20,27-40) y la filiación davídica (Lc 20,41-44); y culmina con la indicación de Jesús a sus discípulos de separarse de los escribas (Lc 20,45-47). Nótese que Lucas omite la pregunta acerca del mandamiento más importante, ya que anteriormente había incluido un texto de contenido similar: el diálogo con el legista, que incluye la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37).

En el texto en cuestión, Lucas sigue cuidadosamente el texto de Marcos, haciendo algunas correcciones estilísticas y agregando algunas frases clave. Agrega en los vs. 34-34: Los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo; cambia la formulación de Marcos porque cuando resuciten de los muertos por la resurrección de entre los muertos; y continúa agregando en el v. 36: porque ya no pueden morir; y luego en el mismo v.: y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección; en el v. 38: pues para él todos viven. El v. 39 es otro agregado: Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho. Como cierre Lucas adelanta en el v. 40 la conclusión que Marcos había colocado al final de la discusión sobre el mandamiento principal: Y no osaron preguntarle nada más. Conviene incluir los vs. 39-40 a la perícopa.

Con estos agregados la respuesta de Jesús adquiere una configuración propia, en la que posiblemente se introdujeron elementos de la fuente peculiar del EvLc.

 

Comentario

Al igual que en el relato base de Marcos, ésta es la única vez que aparecen los saduceos en el evangelio de Lucas. En Hechos habrá otras menciones. Es muy probable que la enemistad de los saduceos contra Jesús haya sido mucho más amplia, pero que Marcos la redujo a este único caso. Los saduceos eran uno de los grupos judíos con orientación religiosa específica en la época de Jesús, surgidos del sacerdocio y de la aristocracia local, con buenas relaciones colaboracionistas con los representantes y ejecutores del dominio romano sobre la tierra de Israel, y en ejercicio del control religioso. La mayoría de los sacerdotes como también de los aristócratas eran saduceos.

Los saduceos presentan un caso construido sobre la Ley del Levirato, indicada en Deut 25,5-6, queriendo demostrar con ello la imposibilidad o absurdidad de la resurrección. La Ley del Levirato establecía que si un hombre casado moría sin dejar hijos, su hermano debía casarse con la viuda para darle descendencia masculina. Si una mujer tenía así sucesivamente varios maridos, ¿cuál sería su esposo en la vida futura? Como ello no tenía salida – así pensaban los saduceos – la cuestión de la resurrección tampoco tenía sentido.

Los saduceos basaban su negación de la fe en la resurrección en su aceptación exclusiva de la Torá y el correspondiente rechazo de toda la demás evolución escriturística (Profetas y Escritos) y oral (tradiciones de los padres). Como la Torá no contiene información sobre la resurrección, sostenían que no se podía creer en ella. Lo que los saduceos de esta historia seguramente no se imaginaban era que con su ejemplo artificialmente construido también ridiculizaban la disposición misma de la Torá.

En términos modernos, su religiosidad era vacía y formal. Esta postura conservadora por supuesto también se evidenciaba en su aversión contra la apocalíptica, empalmándose aquí dos cuestiones: el rechazo a nivel doctrinal, sostenido por el hecho de que esa evolución del pensamiento religioso se apartaba de la Torá; y el rechazo ideológico, pues la apocalíptica implicaba una crítica teológica total de los imperios, mientras que los saduceos usufructuaban muy bien de las ventajas económicas que les suministraba su acomodo al imperio romano. Jugando algo con la simbología, incluso puede decirse que el “materialismo” de las concepciones religiosas de los saduceos (el no a los ángeles, espíritus y a la resurrección) condice con su postura materialista en cuestiones socioeconómicas (su amor a las riquezas, su elevado estatus social, su manejo del poder religioso, su apego al poder político). Como dato ilustrativo puede agregarse que mientras los fariseos creían en el destino planeado, ordenado y ejecutado por Dios, los saduceos no compartían nada de esa creencia, sino que afirmaban el libre albedrío sin restricción alguna. Los fariseos esperaban en el Mesías, los saduceos no creían en ningún mesías – claro, hubiera sido un estorbo para esas vidas tan bien acomodadas.

Otros textos también mencionan la oposición de los saduceos a la fe en la resurrección: Hch 23,8; y una nota de Flavio Josefo en su obra La Guerra Judía (II, 8,14). Su posición de clase alta los oponía a los fariseos, más bien populares e insertados en la clase baja; y esta diferenciación socioeconómica se expresaba también a nivel cultural y religioso en el rechazo de las tradiciones populares sostenidas por los fariseos.

La respuesta de Jesús, diferenciada en Lucas de la que se encuentra en Marcos por los agregados y las explicaciones, en un primer momento no hace referencia a la Escritura. Habla de los hijos de este eón o era (es mejor emplear el término eón que el tradicional “siglo”). Esta formulación no es negativa, sino que designa lisa y llanamente a todos los seres humanos vivientes, cuya característica consiste en que se reproducen mediante el engendramiento y el nacimiento. Es decir, hay una clara referencia afirmativa al nivel biológico de la vida. A ese nivel hay un orden intramundano, que es bueno, natural y satisfactorio.

Luego está el otro nivel, opuesto al primero y presentado por Jesús con la formulación son tenidos por dignos de alcanzar aquel eón y la resurrección de entre los muertos. Esta formulación también se encuentra en los textos rabínicos: digno de alcanzar ambos mundos, éste el futuro. No cabe detenerse aquí en una especulación sobre cómo llegar a esa dignidad, si con el cumplimiento de la Ley, obras especiales, arrepentimiento, conversión, fe o lo que fuere.

Dicho sea de paso, aquí se menciona sólo la resurrección de los justos, al igual que entre los rabinos, acaso porque la resurrección para el juicio y la condena no merece ese nombre. Otros textos hablan de la resurrección en términos más bien generales.

Según Lucas, Jesús fundamenta el fin del casamiento en el nuevo eón con el hecho de que la superación de la muerte hace innecesario el matrimonio juntamente con la reproducción. Las condiciones son diferentes: no habrá más necesidad de procreación. Con ello Jesús delimita la vida eterna frente a ciertas expectativas (o especulaciones) judías relacionadas con la fertilidad en la vida venidera. Esa vida es entendida en el evangelio más bien como una existencia transfigurada, en filiación divina. La referencia de Jesús a los ángeles es otro golpecito polémico contra los saduceos, dado como de paso. Esta comparación alude a una nueva manera de ser o existir.

Cabe destacar que a diferencia del pensamiento griego (platónico) y helenístico, la existencia en el eón nuevo o futuro no es un paso automático relacionado con una “entidad” inmortal propia de los “hijos de este eón”; sino que es la resurrección la que transforma, transfigurar, cambia (o como siempre se quiera decir) lo natural y mortal. La resurrección y no un paso “natural” es causa y condición de la filiación divina.

En el v. 37 Lucas vuelve a retomar su fuente marcana, puliéndola estilísticamente. La culminación de la disputa se produce con la cita de la Escritura. La designación de Dios como el Dios de los tres patriarcas es afirmación del autor Moisés, que de esta manera aparece como testigo principal de la resurrección – he aquí, se trata de una instancia suprema que ni los saduceos pueden cuestionar. Es decir, Jesús responde con Moisés mismo a los saduceos, que sostenían que se basaban exclusivamente en la Torá de Moisés. Enfrentó a los saduceos en su propio campo y los derrota.

A la manera de síntesis, Lucas agrega la formulación pues para él todos viven. Si hasta aquí la vida resucitada había sido descrita como vida transfigurada, ahora se subraya que esta vida es una vida para Dios y junto a Dios. Se trata de una vida concebida como presencia pura. Este agregado tiene su lógica, pues la prueba escriturística no necesariamente habría querido indicar que los patriarcas resucitarán; más bien, que no están muertos, sino que viven. Esto corresponde también a la concepción transmitida por Pablo: en la muerte, el cristiano y la cristiana entran a la vida oculta con el Señor, y la resurrección es revelación de esta vida oculta, en la que se manifiesta la transformación en una nueva existencia (2 Cor 5,1-10; Flp 1,21-23; 3,20).

Jesús invierte el sentimiento de soberbia que inspiraba a los saduceos como supremos conocedores de lo que estimaban ser la única revelación divina (la Torá), demostrándoles que ellos no conocen las Escrituras.

El cierre lucano es importante: Jesús recibe la aprobación explícita de algunos de los escribas, no así de los saduceos; al contrario: con éstos el joven cristianismo tendrá serios conflictos, tal como lo indicará el mismo Lucas en Hechos.

Los textos que siguen ya no tienen el carácter de simples diálogos-disputa, sino que se enmarcan en un contraataque polémico del mismo Jesús.

 

Breve reflexión

El texto contiene varias puntas sobre las que resulta interesante reflexionar y también predicar. Lo que sigue es apenas un breve repaso.

- El pensamiento filosófico griego intentó derivar la idea de la inmortalidad de la naturaleza del alma humana. Jesús, en cambio, halla la base firme de la esperanza en la resurrección y vida eterna junto a Dios en la comunión personal del ser humano con Dios. Con ello Jesús desenmascara el fundamento más íntimo de la duda saducea, a saber, la separación total de su vida personal de la fuente de la vida, de Dios. Fuera de la comunión con Dios, la esperanza en la resurrección es totalmente insegura. Es, en el mejor de los casos, un postulado filosófico relacionado con la idea de la inmortalidad; y en el peor, una proyección de lindos deseos nacidos de la desesperación que nos causa la realidad de nuestro propio fin.

- Bajo ningún concepto cabe deducir de este texto y en nombre de una supuesta “espiritualidad” o de un “grado superior de santidad” cualquier tipo de menosprecio o rechazo del matrimonio. Un ejemplo de esta actitud equivocada fue la postura de Marción, un gnóstico del siglo II, que empleó este texto para incitar a sus seguidores a no casarse, ya que de otra manera no serían “los hijos eternos de Dios”.

- La especulación sobre la configuración de la vida eterna es inútil, innecesaria y, además, vana. Ni siquiera tenemos punto de comparación. La vida presente está marcada por los límites del espacio y el tiempo; y con ello, caben en ella el sufrimiento, el dolor, la incertidumbre; pero también la búsqueda, la esperanza, las relaciones humanas. En cuanto a la vida en el eón futuro, nuestra fe puede darse por satisfecha con saber que ella se caracteriza por la presencia junto a Dios. Ese mismo Dios ya actúa ahora en nuestra vida, en nuestro medio, en la historia humana; y su “título” como Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob es garantía suficiente como para encomendar el presente y el futuro a su amor y cuidado.

- Lo substancial del texto se halla acaso en la frase Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. Dios mismo es el que une ambas dimensiones, el eón presente y el eón futuro, al decir de los creyentes de la época de Jesús. Dios es Dios de las personas vivas, vivientes; y con ello, particularmente de las personas que sufren limitaciones, deterioros y restricciones en su vida.

 

Pistas para la predicación

Sobre todo los últimos dos temas en conjunto se prestan de manera magnífica para una predicación, que podría desarrollarse sobre los siguientes ítems:

- Dios es el Dios de la vida; por consiguiente, creer en él es comprometerse con el cuidado, la protección, la defensa de toda vida.

- La comunión con Dios y el énfasis bíblico en la coherencia entre ambas “partes” de nuestra vida – la presente y la futura – han de determinar toda nuestra vida.

- La resurrección, la vida en el eón venidero – según la formulación de los contemporáneos de Jesús-, la vida eterna, no es materia de especulación, sino motivo de feliz esperanza, fundamentada por la resurrección de Jesucristo mismo.

Dr. René Krüger - Instituto Universitario ISEDET

Buenos Aires, Argentina.

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Palabras relacionadas

Lucas, Jesús, Resurrección, Saduceos

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