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13 de octubre de 2016

Estudio Exegético Homilético (Lucas 18:1-8)

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Leer: Lucas 18:1-8

El evangelio para este domingo consiste en una de las parábolas que Jesús contó “para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” (18:1). Es propia de Lucas, así como la que continúa, donde la oración del fariseo contrarresta con la del publicano. Transcribo la traducción de Ivoni Richter Reimer (ver referencia bibliogáfica más abajo, p. 59-60)

“1 El les contó una parábola sobre la necesidad de orar siempre y de no desanimarse, 
2 diciendo: En una cierta ciudad había un juez que no temía a Dios y no respetaba a las personas. 
3 Pero en aquella ciudad también había una viuda y ella vino a él, diciendo: ¡Hazme justicia contra mi adversario! 
4 Y durante un tiempo él no quiso (atenderla). Pero después dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios y no respeto a las personas, 
5 le realizaré su derecho a esta viuda, por el hecho de causarme mucho trabajo, para que al fin de cuentas ella no venga a golpearme en el rostro. 
6 Entonces dijo el Señor: ¡Oíd lo que dice el juez de la injusticia! 
7 Pero, ¿será que Dios no realizará el derecho de las personas que él eligió, que a él claman día y noche, una vez que él tiene paciencia para con ellas? 
8 Os digo que súbitamente él les hará justicia. pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿será que él encontrará la fe sobre la tierra?”

Análisis del texto 
La perícopa está bien delimitada: comienza con una introducción del narrador: “Les decía una parábola para...” (18:1). La siguiente unidad comienza en el v. 9 con otra parábola dirigida a otra audiencia. Después de la introducción (v. 1), continúa la parábola puesta en boca de Jesús: “Había un juez...” (v. 2-5). Después continúa Lucas: “Dijo, pues, el Señor: ...” (v. 6) continuando con una aplicación de la parábola. 
V. 1 verbo enkakeo, cansarse, desistir. 
V. 2: El juez, krites, es la mayor autoridad del pueblo. Recuérdese que los pueblos no eran las ciudades romanas y posiblemente mantenían una estructura más acorde a la costumbre judía, como la conocemos de otros libros: los “ancianos”, los varones, señores de las casas israelitas, que se juntaban a las puertas de la ciudad (el área común a la entrada), juzgaban, decidían, intercambiaban información, etc. Con mayor razón, entonces, este juez debía haber escuchado a la viuda y atender su reclamo. 
No temía a Dios: el temor de Dios, reverencia y sobre todo reconocimiento de que con Dios no se juega, es un concepto fundamental del judaísmo y de la Biblia. Este juez es pintado como tan irreverente que hasta reconoce que no le importan ni Dios ni los demás seres humanos, solo su propio bienestar. 
V. 5 hypopiaso: abofetear, dejar un ojo morado. Noto, con Richter Reimer, que la gran mayoría de traducciones y comentarios ignoran este hecho y eligen una traducción figurada: me cansa, me molesta. 
v. 6. Juez de la injusticia, expresión que resume la actuación del mencionado juez, así como su propia apreciación de sí mismo, de alguien a quien no le importa ni Dios, ni las personas, ni el derecho, pues no actúa porque la viuda tenga una causa justa, sino por propia comodidad. 
El vocabulario lucano de esta perícopa es eclesial: Jesús es “el Señor” (término usado para referirse al Señor resucitado, no a Jesús de Nazaret) y los/as destinatarios de la justicia divina, “sus elegidos”. A esto hay que agregarle, en el v. 8, la figura del Hijo del Hombre, figura escatológica. 
V. 7. Con una pregunta retórica Lucas hace la aplicación de la parábola: “Fíjense que el juez corrupto actúa! Pero ¿no actuará aun más Dios con sus elegidos? kai macrothymei ep’autois: tener paciencia, esperar y quizás, responder con (demasiada) lentitud. 
V. 8 Otra pregunta cierra la perícopa, dejándole la respuesta a cada oyente: ¿encontrará fe Jesús cuando vuelva del mismo modo que los y las que clamaron (la viuda) encontraron una respuesta (el juez y más aun Dios)?

Reflexión teológica 
El significado de la parábola está mediado por Lucas, tanto por su ubicación en este capítulo de su evangelio, cuando por la manera en que la enmarca con sus palabras. El marco es escatológico: “Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios” (17:20-37) y “Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe?” (18:8). 
A diferencia de otras parábolas en las que la interpretación queda a cargo de la audiencia, en esta tenemos su explicación aun antes de la parábola misma: para inducir o alentar a mantenernos firmes en la oración, aun cuando no sea respondida en los tiempos o de la manera que querramos. 
La situación que describe la parábola es la de un sistema judicial corrupto o al menos débil, donde una viuda no consigue que se le haga justicia por su derecho al derecho. El ambiente es el de la “ciudad”, pero en realidad se trata del pueblo. De todos modos, en la ciudad, aun las pequeñas, siempre hay menos posibilidad de acceder al derecho que en la casa paterna. Pero claro, la viuda, por ser viuda, se encontraba en la situación de ya no tener un varón que velara por los intereses de cada integrante de la familia. Una viuda bíblica es, por definición, una persona debilitada or el sistema y sin medios para reclamar lo que le corresponde, una mujer que ha quedado fuera de la casa –mejor, que se encuentra en una casa acéfala. No tiene un abogado ni un amigo juez influyente. No tiene dinero para mover otros resortes. Pero sabe que tiene derecho a que se le haga justicia contra su adversario. No conocemos los detalles: qué tipo de querella era esta, qué reclamaba la viuda, desde cuánto tiempo antes. Conociendo nuestros propios sistemas de (in)justicia y sabiendo que en la época romana el poder y la influencia de familia y de tierra eran determinantes, podemos imaginarnos que el juez de aquella ciudad llevaba mucho tiempo sin hacer nada con el expediente. Lo había “cajoneado” (lo había puesto a dormir en un cajón). Lo único que le quedaba a la viuda era reclamar. Parársele delante al juez cada vez, hasta que aquél le hiciera justicia por el solo hecho de no verla más. Esto es, efectivamente, lo que el mismo juez dice: ”No me importan Dios ni ningún ser humano (menos una mujer pobre y sin ascendiente como es una viuda), pero estoy harto de que se cruce en mi camino y me reclame y en cualquier momento ella va a perder la paciencia y me va a dejar un ojo negro de un puñetazo.” Así la viuda, como muchos pobres de nuestras sociedades, especialmente como muchas mujeres, aborígenes, personas con deficiencias y otras, tienen que usar su tiempo para reclamar, reclamar, reclamar, haciéndose visibles ante quienes preferirían no verlos/as. Hasta que un día, el mecanismo de la justicia, que debía haber hecho caso de sus derechos, se pone lentamente en movimiento. Y generalmente no se pone en lenta marcha porque considere que el reclamo es justo, sino, como este juez de la injusticia, porque se siente amenazado por el creciente enojo de la víctima, que eventualmente llegará al puñetazo. 
¿Es así con Dios? Después de todo, esta es una parábola, que quiere enseñarnos algo sobre el Reino de Dios. Una parábola, debemos recordar, no es un símil donde cada elemento de A es comparado con un elemento B, de modo que se pueda decir: el juez inicuo es Yavé, la viuda es el fiel que ora, la ciudad es... etc. Lo que hace la parábola es contar una historia donde sitúa personajes creíbles para sacar de ella un mensaje. 
Ese mensaje ya va más allá de la parábola misma y se encuadra en la enseñanza que Lucas quiere darle a su comunidad: la de la resistencia activa no violenta, mediante la oración, el clamor a Dios. Persistiendo en la misma, finalmente, Dios responderá. Pero, ¿por qué será que el ejemplo que eligieron Jesús y Lucas es el de una mujer capaz de llegar a un acto de violencia física, si todos los demás medios fallan? ¿O habrá sido la extrema paciencia de la mujer, su insistencia constante, las que le hicieron ver al juez la posibilidad de que tomara medidas mayores? ¿Qué pasa con el poder cuando el des-poder lo enfrenta? ¿Cuáles son las amenazas reales e imaginarias que le causan temor?

Hacia la predicación 
Me resulta imposible dar ejemplos concretos que sean valiosos para cada situación latinoamericana (u otra). Pero los jueces corruptos (o simplemente indolentes, demasiado ocupados, alejados de las calles, muy creídos de sí mismos) siguen estando en las ciudades y las viudas siguen esperando justicia. Este es el primer nivel del relato; un nivel que, en nuestra situación actual latinoamericana, yo no deseo dejar pasar tan fácilmente en aras de la espiritualización de la misma hacia la perseverancia en la oración. Aunque haya sido lo que hizo Lucas. Deseo, como los campesinos, carpinteros, pescadores, prostitutas, amas de casa, vendedoras, artesanos, viudas, huérfanos y esclavas que escucharon a Jesús, deleitarme en la historia. A pesar del dolor que trae y que toda esa gente conocía mejor que yo misma. Pero cuando una “Doña Nadie” como esta viuda logra volver el poder dominante a su favor, hay fiesta en el cielo. 
Elsa Tamez cuenta la historia de esta viuda a través de Lidia, la comerciante de púrpura, discípula de Jesús. Lidia narra la historia en 1ª persona, contando que, entre las historias que había oído a Jesús, le gusta esta porque toma para hacerlo la vida de una mujer común, del pueblo, pobre. Lidia no se sorprende de que Jesús usara este ejemplo, ya que conocía mujeres pobres, sin acceso a los tribunales, esperando mucho tiempo que se le hiciera justicia. También en nuestras comunidades y en nuestros pueblos hay abundancia de ejemplos de personas que no pueden exigir sus derechos por falta de medios económicos, geográficos (grandes distancias a la ciudad, falta de alojamiento, gastos, desconocimiento, etc.), a veces culturales (aborígenes que no hablan bien el castellano y no tienen traducción adecuada), etc. 
Esta se me hace una buena manera de hacer el sermón, pero requiere preparación cuidadosa: ¿qué elementos de la historia debo mantener? ¿Qué le puedo agregar sin cambiar lo esencial ni distraer? ¿Qué presuposiciones estoy haciendo con respecto a la viuda y al juez? ¿Cómo paso de la exposición del texto y su contexto socio-político al mensaje del texto para hoy? 
No deseo dejar pasar esta oportunidad de sugerir también el uso de este texto en un estudio bíblico donde se pueda pensar en las formas de violencia real e imaginaria, desde el poder y el des-poder y las tácticas de los y de las creyentes para enfrentarlo y/o usarlo.

Dra. Mercedes García Bachmann 
Instituto Universitario ISEDET - Buenos Aires. Argentina

Bibliografía usada: 
Robert Bratcher, A Translator’s Guide to The Gospel of Luke, N.York, United Bible Society, 1982; Elsa Tamez, Las mujeres en el movimiento de Jesús el Cristo, CLAI, Quito, 2003, 61-65; 
Friedrich Genthner, “Lucas 18:1-8" en Proclamar Libertação VIII, Sinodal, San Leopoldo, 1982, 343-348; Ivoni Richter Reimer, “El poder de una protagonista. La oración de las personas excluidas (Lc 18:1-8)” RIBLA 25 (1997) 59-68; Halvor Moxnes, The Economy of the Kingdom: Social Conflict and Economic Relations in Luke’s Gospel, Filadelfia, Fortress, 1988.

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Palabras relacionadas

Lucas, Viuda, Juez, Injusticia, Oración, Fe

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