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24 de abril de 2009

El Hijo de Dios también fue un niño pobre...

Autor/es: Bruce Harris y el equipo de Casa Alianz

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Cuentan las escrituras que cuando el Hijo de Dios, Jesucristo,
vino al mundo, sus padres no tuvieron más remedio que dormir
en un establo. Su padre en la Tierra, José, era carpintero y
juntos, los tres, eran una familia pobre. Allí, sobre la paja y entre
animales, nació.

Pero ese establo reunió a un grupo de pastores que recibieron el
mensaje del nacimiento del Hijo de Dios con regocijo y le
ofrecieron, como regalo, lo poco que tenían. Los Tres Reyes
Magos salieron de sus países desde mucho tiempo antes para
llegar, justo ese día, a mostrar su respeto.

Dios no quiso que su hijo naciera en cuna de oro, ni que le
dieran su papilla en una cuchara de plata. Tampoco quiso que
viniera a la Tierra en una nube, acompañado de un ejército de
Ángeles. Quizás, al verlo, muchos habrían creído, pero sin
convicción. Pudo haberlo enviado adulto, no niño, para que
pudiera defenderse solo, pero quería que otros lo protegieran.

Por eso, lo envió a crecer entre los seres humanos aún a
sabiendas de que conocería el hambre, el frío. Eso sí, lo puso en
manos de una familia para que creciera con amor y formara su
carácter.

Hace más de dos mil años, ya existía la diferencia de "clases
sociales". Dios, por supuesto, lo sabía. A nadie le gustaría que
su hijo nazca en la pobreza, pero Él lo quiso así. Nació de la
pobreza y le dio nombre a una nueva era en la humanidad.

Fue un niño y un niño pobre. Entonces, ¿por qué les damos la
espalda como si vivir en la calle fuera suficiente para un niño o
una niña? No es suficiente, no está bien, no es correcto ni
normal. Es una situación lamentable y es culpa de todas las
personas que lo han entendido así: los gobiernos que no hacen
nada para combatir la pobreza, que no colocan las
oportunidades al alcance de todos, y la gente que sube la
ventana y el volumen de la radio para no escuchar sus súplicas.

Por eso, cuando pensemos en los niños y en las niñas,
recordemos que es Dios quien los envía a la Tierra. Si Dios no
quisiera que nacieran, entonces no estarían en este mundo.
Tagore, el poeta indio que bautizó "Alma Grande" a Gandhi,
decía que cada niño o niña que nace es una forma de
recordarnos que Dios sigue confiando en nosotros, por eso no
debemos decepcionarlo.

Este año, lamentablemente, continuaron los asesinatos de niños
y niñas en Centroamérica. En algunos casos, como en
Honduras, donde se registra un promedio de entre 40 y 60
muertes cada mes de personas menores de edad, cada
homicidio es una duda sobre quienes y por qué están
matándolos. Y, por favor, recuerdan a Glenda Mishell Ratzan,
17, quien murió en las calles de la Cd. de Guatemala la mañana
del 24 de diciembre este año. Glenda había sufrido mucho en su
corta vida...

En otros, los niños y las niñas siguen muriendo a manos de
abusadores sexuales, pederastas. A veces, sus padres, quienes
les dieron la vida, fueron también los responsables de su muerte.

Y en las calles, en este momento, hay un niño o una niña que
daría cualquier cosa por dormir, al menos, sobre el suave abrigo
de la paja, rodeado del calor de los animales y, por supuesto,
arrullado por el abrazo tierno de una madre piadosa y la mirada
de un padre orgulloso.

Ahora, bajo los puentes, en cajas de cartón sobre las aceras,
nadie les trae regalos ni se alegra de que estén vivos. Nadie
celebra con ellos la navidad, y la llegada del año nuevo es una
promesa de una amarga rutina de sufrimiento.

Si Dios decidiera enviar a su hijo otra vez a la Tierra, ¿lo
enviaría de nuevo a la pobreza? Usted o yo podríamos pensar
que no, pero ¿quienes somos para cuestionar Su voluntad? Solo
Él lo sabe, porque solo Él entiende la misión que le
encomendaría. La prueba es que ahora, más de dos mil años
después, mucha gente sigue sin entenderla.

Y ¿qué sucedería si Dios ya hubiese tomado esa decisión? Si
Dios hubiese enviado a Su Hijo de nuevo a la Tierra en un hogar
pobre, y la insostenible situación producida por la violencia
económica lo forzara a trabajar desde niño, ¿quién lo ayudaría?

Y si tuviera que irse de su casa, con rumbo a otro país, para
tratar de agenciarse un futuro, un poco de comida, y un trabajo
digno con un sueldo que le permitiera enviar dinero de regreso,
¿quién lo ayudaría a subir al tren para que las ruedas no le
corten las piernas?

¡Quizás tu! Pero depende solo de ti...

Que nuestra plegaria de Noche Buena sea para que haya un
cambio en nosotros mismos y en la forma en que entendemos a
los niños, niñas y adolescentes. Que nuestro propósito de Año
Nuevo sea comportarnos con cada niño o niña de la misma
manera en que le daríamos la bienvenida al Niño Dios. Quizás,
ya lo vimos y no lo reconocimos...

Gracias por todo lo que Ud. ha hecho por los niños y niñas en
situación de calle en 2003. Y, mas importante aun, por todo lo
que va a hacer por ellos en 2004...

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