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24 de abril de 2009

El escenario

Autor/es: Mamerto Menapace

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La pareja es una realidad evidente. Preparada por el noviazgo, en un momento concreta la decisión de un hombre y una mujer
determinados. Y si todo sigue su curso debido, esa realidad perdurará hasta que la
muerte los separe, y la muerte los vuelva a unir.

Cierto: habrá etapas en las que pueden cambiar ciertas misiones.

Pero la vocación de santidad a la que invita el sacramento que ha recibido, continúa inalterable. Cambiará lo que tendrán que
hacer.
Pero seguirá firme lo que tienen que ser el uno para el otro.
El hogar en cambio es una realidad importantísima, pero que tiene un tiempo limitado. No está destinada a perdurar en sí misma.

Tiene que acabar como tal, y abrirse a una nueva realidad que es la familia. Y
constatamos que en nuestra sociedad actual, ese paso de hogar a familia, no se da de una manera lógica y por pasos. Entre el
termino de uno y el comienzo de la otra, la pareja tiene actualmente un periodo más o menos largo en que nuevamente estará sola.
Tiempo fecundo que puede ser la gran oportunidad para prepararse a la etapa siguiente.

La familia en cambio es una realidad difícil de definir en el espacio y en los miembros que la componen. En todo caso podemos decir con certeza que incluye a los abuelos, a los tíos, y a los demás parientes.
Generalmente suele tener un núcleo constituido por la pareja de los abuelos. Junto a ellos se reúne el grupo familiar para compartir los momentos mas fuertes de la vida del grupo, o para festejar ciertas
fechas especialmente decidoras. Y por ello suele estar integrada por un número más o menos grande de hogares, y de personas.
La familia, como tal, no comienza, ni termina. Existe ya cuando ingresamos a ella, y generalmente continúa luego de nuestra partida.

La misma familia que celebra nuestro bautismo es la que nos velará en nuestra despedida. Pero lo más probable es que ya no sean los mismos, los miembros que la integren.

Podríamos compararla con un gran escenario, al que ingresamos en cuatro patas, gateando, por una punta. Y salimos encorvados en tres
apoyos cuando nos vamos. En el entremedio nos tocará cumplir muy diferentes roles.
Comenzaremos siendo el nietito, estuario de todas las ternuras e infantilismos familieros. Etapa en la que todos desearían comernos a besos.
Continuaremos siendo el gurisito travieso y simpático, al cual, muchos de los que deseaban comérselo a besos, lamentarán no
haberlo hecho.
Y luego nos tocará ser el primo, el hermano, el tío.Finalizaremos siendo la nona o el abuelo. Cuando estos dos títulos honoríficos se hagan diminutivos, entonces sabremos que ya se está cumpliendo nuestro tiempo de estadía en la familia.

Se podría decir que la familia permanece. Los que cambiamos somos sus miembros. Y también los roles que en ella nos toca vivir. Por tanto nunca permanece igual. Está permanentemente formándose y exigiendo adaptación dentro de ella misma.

Extraído del libro "El Amor es cosa seria", de Mamerto Menapace (Argentina)

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