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Dame de esa agua, Señor!
Dame de esa agua que en forma de lluvia empapa la tierra, la fecunda
y la hace germinar.
Dame de esa agua
que convierte lo estéril en fértil y productivo, que riega los trigales
para beneficiarnos del pan.
Dame de esa agua,
la que corre limpia por arroyos, la que purifica nuestras almas de tanta maldad.
Dame de esa agua,
la que brota mansamente de los manantiales para restaurar nuestras angustiadas vidas por la falta de seguridad.
Dame de esa agua,
el agua pura y cristalina de la fuente para saciar nuestra sed de justicia y paz,
para calmar nuestras ansias de unidad y libertad.
Dame de esa agua que nos posibilite una vida diferente como a la Samaritana,
que nos haga nacer de nuevo como a Nicodemo, el agua del estanque para curar no sólo nuestra parálisis, sino también nuestra sordera y ceguera.
Y haz, Señor, que de nuestro corazón broten permanentemente ríos de agua viva.
Amén.
(Autora: Stella Maris Fritz)