Red de liturgia

Creo en un Dios que no es cualquier Dios:
es mayor que yo,
más grande que mis bienes y ambiciones.
Más grande que mi fama y mis talentos.
Más grande que mis ilusiones y mis logros.
Yo, Cristo mío, apenas si ocupo y domino un pedacito de tierra. Tu Padre, en cambio, creó el cielo y la tierra. EN EL YO CREO.

Y también creo en ti,
como la Palabra viva pronunciada desde siempre.
Creo en ti no como una idea,
sino como alguien que atravesó la historia cortándola en dos. Creo en ti como verdadero Dios y verdadero hombre: hombre que nace y habla palabras de hombre hombre que crece y vive vida de hombre hombre que muere y muere la muerte de un Dios. Croe en ti como alguien que vino y habló, y como en alguien que volverá para tener la última palabra. Creo en ti como alguien que reina y reinará por siempre, y como alguien que me llama a compartir su reino. EN TI YO TAMBIEN CREO.

Y creo en el Espíritu,
vida y dador de vida,
que dió forma a las cosas cuando todo era caos
que puso palabras de verdad y amor en boca de los profetas. Creo en el Espíritu, viento y fuego, que en pentecostés barrió con todo miedo y cobardía. Creo en el Espíritu que inspira toda buena obra y que me mueve al trabajo y a la oración. EN EL YO CREO.

Y creo en una iglesia
que es comunión de hermanos y amigos.
Creo que el perdón vino y lleva el nombre de Cristo,
y que no puedo dejar de aceptarlo y ofrecerlo.
Y también creo que no todo termina con la muerte,
porque así como tú abandonaste la tumba,
así los cementerios de los hombres quedarán desiertos.
Y creo que la alegría que hoy siento, nunca me podrá ser quitada, pues para siempre me la diste... Para que en mi risa otros vean tu risa, para que en mi trabajo otros te vean actuando, para que en mis palabras otros escuchen tu voz, para que en mi amar otros te sientan vivo y presente. EN ESO, SEÑOR, YO CREO.

Resumido y adaptado de: La iglesia expresa su fe, de H. Muñoz

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