Autor/es: Fabian Paré
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Entre murmuraciones y deshonras
«Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.» Juan 6,35.41-51
El Dios Padre todopoderoso, por quién toda la creación existe desde sus orígenes; junto a su enseñanza sostenida en la ley y los profetas; y su Hijo Jesús, el Cristo, convergen en una actualidad, en un tiempo y espacio concreto. Ese tiempo y espacio concreto lo describe Jesús al decir: ‘no murmuren entre ustedes’ (Jn 6,43), un contexto de murmuración es un contexto complejo y malicioso, imaginemos todos los sentimientos de envidia, rencor, odio y venganza que se acumulan y resultan en una ‘murmuración’. En nuestra cultura se alivió el concepto de murmuración al llamarlo ‘chusmerío’, pero reúne las mismas condiciones que el murmurar: se busca oídos y labios predispuestos a deshonrar el nombre de otra persona, motivados por el sentimiento malicioso que anida en su corazón. Estos oídos y labios maliciosos transmiten una enseñanza que atenta contra Dios y su creación, tramando constantemente cómo sacar del medio a Cristo, que es igual a decir cómo sacar del medio a una paz y una justicia que no estén condicionadas por la murmuración de algunos/as.
Labios y oídos que establecen alianzas, buscan acuerdos, establecen ‘consensos’ entre sí, muchas veces aparentando una ‘horizontalidad y transparencia’ detrás de una bandera ‘democrática’, una bandera que establece los límites de compromiso para formar parte de la lealtad a los acuerdos establecidos. El grupo que manejaba el poder religioso en la época de Jesús, tenía una larga historia de compromisos que se fueron estableciendo con el tiempo, y generaba como resultado un pueblo con hambre y sed de justicia. La bandera que levantaban decía: ‘hacemos lo que Dios quiere que se haga’. Con discursos de este tipo mucha gente ‘comía’ de lo que producía el ‘templo’ con una gran indiferencia al hambre, enfermedades y corrupción que marcaba la decadencia del pueblo. El Templo convocaba y atraía porque generaba posibilidades de aislarse de la pobreza, miseria y hambre; podemos preguntarnos: hoy en día, ¿Cuáles son los ‘templos’ que convocan porque ofrecen las condiciones de aislamiento de la pobreza, miseria y hambre? Por lo que nos dan a conocer los medios, parece que cierta política partidaria se ofrece como un ‘templo’ atractivo. Fue en aquel tiempo y espacio concreto que Dios actualizó su presencia en Cristo, quitando el manto que cubría las mentiras que justificaba la indiferencia a las necesidades del pueblo. Hoy vuelve a hacerse presente ese Cristo que evidencia la corrupción, es decir, que evidencia a los/las que deberían hacer algo y no lo hacen, es Dios mismo que camina entre el pueblo llevando salud, dignidad, paz y justicia con su enseñanza; mientras que los ‘conocedores’ de lo que hay que hacer se dedican a murmurar en contra de su nombre, es decir en contra de la justicia, de la paz, de la equidad y misericordia.
La fidelidad debe ser a Cristo y no a los acuerdos de turno. Es necesario distinguir a quién le rinde lealtad nuestro corazón. La lealtad a Cristo no permitirá que prioricemos acuerdos humanos a dar cumplimiento a su voluntad, y su voluntad jamás se realiza por medio de mentiras. En la guerra dicen que ‘vale todo’, igual que para aquellos/as que prestan sus oídos y labios a la murmuración. Cuando la justicia deja de necesitar la mentira y la violencia (de cualquier tipo), y la paz deja de ser solo para un grupo selecto (que cuando la ven atentada comienzan a murmurar), cuando la libertad es guiada por la educación y el trabajo y no por la ignorancia y el facilismo, y la salud deja de ser un privilegio de algunos, es porque Dios mismo está caminando entre nosotros. Aquellos/as que trabajan para que estos signos se vean en tiempos y espacios concretos, son los que prestaron sus oídos a la enseñanza de Dios, y en ese trabajo van hacia Cristo, el pan bajado del cielo.
Los fieles a Cristo serán el blanco de las murmuraciones, habrá esfuerzos por denigrar sus nombres por medio de deshonras, tratando de descalificar su opinión, participación y/o enseñanza, dado que quitan los ‘mantos’ que cubren y justifican las injusticias que corrompen la vida del pueblo, y de toda la creación de Dios. El espacio de la Eucaristía no debiera ser acaparado por los que establecen ‘acuerdos’, más bien debe ser un espacio abierto y punto de unidad para aquellos/as que van hacia Cristo. Muchos en su trabajo cotidiano ofrecen sus dones y talentos en busca de un mundo liberado de los condicionamientos de las murmuraciones, ellos/as son los fieles a Cristo y a su enseñanza.
Fabián Paré.