Me gusta mucho ejercer mi imaginación cuando pienso acerca de aquellos días en Belén y al hacerlo, trato de desmitificar todo aquello que la tradición y los libros de cuentos y las películas han agregado a esta historia tan amada y básica del ser cristiano. No porque toda esa fantasía no me guste, sino que el hecho en sí mismo, su crudeza y su circunstancia histórica son superiores, en belleza y grandeza,