Había profundo silencio.
Y Dios cantó:
"Sea la luz".
El silencio se rompió.
Se hizo la luz.
Dios, el Solista, entonó una estrofa tras otra:
Sea el cielo.
Sea la tierra.
Sean las plantas.
Sean el sol, la luna y las estrellas.
Sean los peces y las aves.
Sean animales de todas las especies.
Lo que cantaba el Gran Solista,