Señor, confesamos que muchas veces hemos caído en la tentación de hacer de la pandemia del VIH-SIDA una simple cuestión de estadísticas y que no hemos levantado nuestras voces cuando las personas que viven con el VIH-SIDA se empobrecían, cuando sus corazones y dignidad eran quebrantados, cuando se violaban sus derechos humanos y al no tener muchos amigos y amigas acceso a los medicamentos y la enfermedad
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