Toda la tierra es una sola alma,
somos parte de ella.
No podrán morir nuestras almas.
Cambiar sí que pueden,
pero no apagarse.
Una sola alma somos,
como hay un solo mundo.
Canción del cacique Abel Kuruinka
San Martín de los Andes, Argentina, 1963
Tomado de "Derecho viejo", año 2, nº 18, mayo 2003, p. 16
No hay recursos disponibles